La información proporcionada en este artículo no puede utilizarse para hacer un diagnóstico, prescribir un tratamiento y no sustituye la visita a un psicoterapeuta. Consulte a un especialista.
Una persona psicológicamente sana debe tener un ego, reconocido como «yo». Es la parte de la personalidad que ayuda a realizarse en el mundo circundante y a resolver las tareas cotidianas.
Un egoísta es una persona que sólo piensa en sí misma y se centra únicamente en sus propios intereses. Un ego tan hipertrofiado provoca la insatisfacción de las personas que le rodean y, en consecuencia, empeora la vida del egoísta. El sacrificio es lo contrario del egoísmo. Suele ser característico de las mujeres que dedican su energía y su tiempo a los intereses de los demás. Ocurre en familias donde las mujeres, acostumbradas a dar, lo hacen todo por sus maridos e hijos, sin pensar en sus propios sueños y deseos. Dejan de darse cuenta de que el sacrificio se convierte en el sentido de su existencia.
Un claro ejemplo de sacrificio y egoísmo
¿De dónde vienen el egoísmo y el sacrificio, y cómo se manifiestan en las relaciones? Consideremos el ejemplo de la vida de Elena, de 30 años. A los 21 años, Lena se casó con un chico joven e interesante, que se llamaba Alexei. Aliosha era el único hijo de la familia. Sus padres no le negaron nada: le compraron cualquier juguete, le cumplieron todos los caprichos. La madre de Alexei no le obligaba a hacer nada, y cuando se casó, pensó que ahora su amada Alyoshenka debería estar totalmente atendida por su esposa. Lena, por el contrario, nació en una familia numerosa y tenía dos hermanas y un hermano. Estaba acostumbrada a cuidar de sus seres queridos, su madre le enseñó a pensar más en los demás y a ayudarles. Por eso Elena se ocupó enseguida de todas las tareas domésticas. Hasta que nació el bebé, no hubo conflictos. La joven tenía tiempo para ir a trabajar y hacerlo todo en casa. No prestaba atención al hecho de que su marido no tuviera prisa por ofrecer su ayuda en las tareas domésticas. El nacimiento de un hijo, además de alegría, trajo problemas. Elena no dormía bien y su marido ni siquiera pensaba en ayudarla. Un año después, la familia se enriqueció con otro hijo. La joven madre se levantaba por la noche por el llanto del bebé, y durante el día paseaba ella misma con un cochecito, sin el apoyo de su marido. El marido pasaba todo su tiempo libre con los amigos. Poco a poco, la mujer fue acumulando reclamaciones a Alexei, pero en respuesta a su insatisfacción, escuchó las palabras de que «este es un trabajo de mujeres». Los niños crecieron, pero el comportamiento de su marido no cambió. Su egoísmo se hacía cada año más evidente, y Lena empezó a plantearse seriamente lo siguiente
¿Cómo se vive al lado de una persona egoísta?
El egoísmo destruye a menudo el amor. En el alma de una persona egoísta no hay deseo de dar, de hacer concesiones, de cuidar de sus seres queridos, sólo satisface sus propios intereses y necesidades. Cambiar al egoísta es muy difícil, si él mismo no se esfuerza por ello. No es fácil vivir con una persona así y establecer relaciones armoniosas. Una mujer acostumbrada sólo a dar, debería darse cuenta de su sacrificio y pensar en sus propios deseos. A menudo ella misma provoca el egoísmo masculino, intentando «ser buena» y satisfacer todas las necesidades de la pareja, sin darle la oportunidad de ocuparse de sí misma. Si la mujer está ocupada o no se encuentra bien, el marido puede cocinar o calentar la comida, jugar con el niño. Los ultimátums y las exigencias no servirán de nada. Es necesario aprender a expresar sus deseos con suavidad y discreción. La práctica demuestra que el sacrificio conduce a la decepción en la vida y a la depresión prolongada. El egoísmo razonable es algo intermedio entre el egoísmo ordinario y el sacrificio. Uno debe tener sus propios intereses, tener en cuenta los intereses de los demás y tomar decisiones construyendo correctamente un sistema de prioridades. Es este enfoque en las relaciones lo que conduce a la satisfacción con la propia vida. No puedes librarte del sacrificio en un día. Pero cambiando gradualmente de perspectiva, puedes llenar tu trayectoria vital de un escenario positivo.
¿Cómo dejar de sacrificarse por los demás?
Si crees que el sacrificio te caracteriza, lo primero que debes hacer es amarte a ti mismo. Dígase palabras de amor, imagine que le atraviesa un flujo ligero y cálido de vibraciones positivas. Intenta sentir este flujo, verlo y escuchar el suave sonido que fluye. Propóngase hacer algo por usted mismo. El sacrificio sigue a los siguientes pensamientos: «No tengo tiempo para esto», «Tengo que ir a la tienda (recoger al niño del colegio, limpiar el piso)», «Tengo que visitar a los parientes de mi marido (aunque no quiero ir a verlos)». Si te encuentras con pensamientos así, dite a ti mismo que te quieres y conviértete en un egoísta razonable. Traslada parte de la responsabilidad a las personas que te rodean. El hábito de dar es muy fuerte, pero tienes que cambiar y aprender a recibir. Piensa a quién puedes transferir algunas de las responsabilidades. Si tu marido está acostumbrado a que todo esté ya hecho, empieza a acostumbrarle a que te ayude. Lo más importante — no lo hagas con la ayuda de los escándalos y peleas. Cuello femenino debe girar suavemente y con cuidado la cabeza de un hombre en la dirección que ella necesita. Entonces todo el mundo estará satisfecho.
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Tampoco hay que dejar de lado a los niños. A veces, una madre cariñosa piensa que mientras tenga el poder, lo hará todo ella misma. Con este planteamiento, el niño crece siendo egoísta. Y cuando con el tiempo la energía de la mujer baja, su salud falla, no hay ayuda. Los niños se acostumbran a dar por sentada la ayuda de su madre y no le dan nada a cambio. El sacrificio no te permite hacer algo por ti misma. Respétate como persona, no evalúes tus actos a través del prisma de quienes te rodean. Dedica tiempo a cuidar tu salud y tu belleza. Es hora de cambiar tu propia vida, de sentir autosuficiencia, de encontrar apoyo y amor dentro de ti. ¡Sé un egoísta sensato!